Hace 218 años, el 26 de junio de 1801, Abraham-Louis Breguet, el maestro relojero patentó uno de los inventos más revolucionarios de la historia de la relojería. Comenzó imaginando una forma de compensar el efecto negativo de la atracción terrestre sobre el funcionamiento del oscilador y, en consecuencia, sobre la precisión cronométrica del movimiento de un reloj.
La solución de Breguet consistió en situar el órgano regulador y el escape dentro de una jaula metálica que giraba sobre sí misma, a razón de una vuelta completa por minuto. Este dispositivo anulaba de esta forma las desviaciones de marcha provocadas por la posición vertical del reloj. La doble rotación de su jaula y componentes inspiró a Breguet para nombrar “tourbillon” a su nuevo invento, que si bien, fue patentado en 1801, se necesitaron diez años de pruebas e investigaciones, entre 1795 y 1805, para su desarrollo.
Las creaciones de Breguet han deleitado a las más grandes figuras de la historia. El primer mecanismo Tourbillon fue producido por Breguet para Napoleón en uno de sus relojes de carruaje, pesando 200 libras aprox. (60 Kg.)
Desde siempre, el Tourbillon se ha considerado como uno de los mecanismos de ingeniería más difíciles de construir, y se ha valorado su diseño y complicación. Con su principio ingenioso y su funcionamiento cautivador, este invento nunca ha dejado de inspirar respeto, desde su presentación hasta hoy.
Este mecanismo es de reconocerse como uno de los mayores inventos de la historia relojera, aclamada por los amantes, apasionados y coleccionistas de la Alta Relojería. Tradicional o vanguardista, el tourbillon se ha nutrido de los progresos de la ciencia a lo largo de los siglos, así como de la pasión y la maestría de la Manufactura Breguet, que hoy perpetúa es este invento ancestral. Un invento que todavía no ha dicho su última palabra.
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